Transporte... ¿público?

Crónica de un aumento anunciado

Luego de dimes y diretes, de denuncias y contradenuncias, de shows mediáticos por el tema y la muerte de un periodista en el medio, finalmente el transporte urbano de pasajeros aumentó su tarifa.
Como ya es de público conocimiento el pasaje único cuesta un peso. Pero el verdadero motivo de disgusto, me da la sensación, no es el precio del pasaje sino las deplorables condiciones que tienen las unidades que circulan por las calles de nuestra querida “Tacita de Plata”.
Ayer subí a dar una vuelta, por la ciudad, para sentir lo que los usuarios padecen todos los días en los colectivos y saber si hubo cambios, además del precio del boleto y me encontré con coches sucios, llenos de tierra, papeles de caramelos, boletos, cáscaras de maní, de girasol y de mandarina.
Si a todo eso le sumamos que los choferes manejan como si tuvieran en sus manos un carrito de supermercado, la gota rebalsa el vaso de agua.
Los usuarios del transporte se quejan no sólo de eso, sino de los tiempos de demora, de los recorridos y de lo incómodo que resulta, a veces trasladarse de una punta a otra de la ciudad.
Los representantes del pueblo. Aquellos a los que los ciudadanos les dieron su voto de confianza para ocupar un escaño en el Concejo Deliberante, ¿habrán tomado algún colectivo en su vida? ¿O al menos lo recordarán? ¿Han subido recientemente a las unidades sucias, que tiran gases tóxicos, humo negro y esperado más de media hora para poder llegar a sus casas, sin contar el tiempo de viaje?
¿Han viajado en las unidades que parecen destruirse en el camino y que dan ganas de ponerse una antitetánica después del recorrido, por temor a algún contagio extraño?
Los concejales deberían haber pensado en todo eso antes de dar un aumento a las empresas que además están subvencionadas.
Me parece que es tarea del nuevo intendente capitalino hacer que las empresas modernicen sus unidades, cumplan con los recorridos, con la frecuencia y limpieza de los colectivos y sancionar a aquellas que no cumplen.
El director y los inspectores de tránsito deberían centrar sus miradas a las empresas y no detener tanto a aquellos que apenas pudieron comprarse un “fitito” y les piden documentación como si se tratara de un cero kilómetro.
Los empresarios deberían dejar de llenarse los bolsillos con la necesidad de los usuarios y dejar de “enviarle guiños o señales a los concejales”, como dijo alguna vez Juan Carlos Zambrano, cada vez que necesitan un aumento.
Después del último viaje, me alejé pensando que mientras el gobierno nacional avanza en entrar al primer mundo con viajes en tren bala a un costo considerable, en el interior seguimos con la vieja carreta, disfrazada de colectivo…